Una
actitud normal entre los seres humanos es mostrarnos renuentes al cambio y
queremos continuar con los mismos modelos o paradigmas. Cuando se nos plantea
la posibilidad de replantear lo que hemos venido haciendo, especialmente
durante mucho tiempo, pensamos inmediatamente en la dificultad que esto nos
acarreará, en la zona de confort de la que tendremos que salir para aprender
nuevamente y enfrentarnos a nuevas situaciones a nuevas formas de hacer las
cosas y esa actitud, la mayoría de veces, contribuye a que nos resulten más
complejas de lo que en realidad son.
Sin
embargo, como personas adultas, maduras y responsables que somos debemos ser
conscientes que muchas veces los cambios son para mejorar, que nada permanece
estático, todo tiende al cambio. Pensar que todo tiempo pasado fue mejor, es ir
en contra de las leyes de la evolución y más en un tema como la educación que
inevitablemente debe ir a la par con el mundo, el cual es cambiante y las cosas
entran a ser obsoletas.
Los
cambios no deben imponerse, ni ser autoritarios; deben ser flexibles y requerir
la participación de los involucrados, es por ello que es muy importante que la
institución educativa, en el ejemplo dado, informe claramente la introducción
de los nuevos elementos, en qué consisten, que va a provocar, que beneficios o
impacto va a generar.
Es
importante preguntarnos por qué el cambio, crear comunicación, crear sentido de
urgencia, que tan necesario es para alejar las inseguridades y miedos.
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